El cine europeo pasa por una situación de necesario proteccionismo por parte de los gobiernos de cada país, con el fin de poder establecer unos márgenes que permitan desenvolverse en el propio mercado ante la presencia del cine estadounidense. Es una década de transición en la que directores muy jóvenes, en su mayoría surgidos del campo de la crítica cinematográfica, desean hacer frente al cine convencional y clásico. Para eso a lo largo de la década reclaman libertad de acción y de creación con la finalidad de conseguir ayudas para financiar sus proyectos, y darán origen a unos movimientos con proyección cultural y política que fueron conocidos como la "nouvelle vague" (Francia), el "free cinema" (Reino Unido) y el "Nuevo cine alemán", entre otros.
En Francia, intervienen los directores como Henry-George Clouzot con la sorprendente producción El salario del miedo (1956).
El cine italiano se sostiene a partir de las películas que firman directores como Luchino Visconti que tras Bellísima (1951) y Senso (1954).
El cine británico mantiene vivas las líneas creativas de los cuarenta, las películas de David Lean evolucionaban entre la sencillez de El déspota (1953) y la superproducción El puente sobre el río Kwai (1957) y Lawrence de Arabia (1962).
El cine nórdico continuó ofreciendo excelentes trabajos, como el del maestro Carl Theodor Dreyer que dirigió La palabra (1955).
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